Cultura

Sobre la reconstrucción del Japón y los oficios inútiles, paralelismos con el COVID-19…

Fuente: Bloomberg

Como piedra angular deseo aclarar que de ninguna forma expreso que la situación actual sea equiparable al crimen de guerra perpetrado por Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Aclarado este punto, sí creo menester llevar a colación la respuesta que tuvo el pueblo nipón de cara a la destrucción total de su país.

Frente a la pandemia que nos ha tocado vivir y prendados de esa mala costumbre latinoamericana de hacer lo que nos salga del arco del triunfo, cuándo nos salga del arco del triunfo y cómo nos salga del arco del triunfo, nos hemos visto sumidos en la desesperación total y a la irresoluble antipatía que nos ocasiona obedecer leyes y medidas (transitorias) que se han implementado, y no es por meter el dedo en la llaga, pero es así.

Es por lo mismo que el estado inerte que ocasiona la reclusión, no es sino un reflejo de la impotencia. Que se puede llegar a comprender, pero injustificada. Luego de las dos bombas nucleares, primero: el dios emperador Hirohito ordenó a su pueblo vivir (a pesar de la vergüenza y la deshonra que estos sentían por la derrota). Segundo: Los “Incentivos de la Alcaldía” de los que derivarían los “oficios inútiles”, que consistían en hacer origami y artesanías, pero ¿con qué propósito? mantener el estímulo del musculo creativo y desde la doctrina budista la desocupación es fuente de resentimiento y amargura, sentimientos que saben son peligrosos para una sociedad en reconstrucción.

Y si bien es cierto que aquellas familias japonesas les compraban sus artesanías (por un módico y significativo precio), el fin era crear un entrelazado social que mantuviera a flote el espíritu, que se tuviera concepto de unidad y solidaridad, de comunidad, afianzar lazos dentro de la familia para que ésta estuviera bien y por consecuencia el Estado (esto desde el Confucianismo).

Ocúpate, el confinamiento es físico, no mental ni espiritual, porque la libertad mental es la irreductibilidad del espíritu humano. Seamos como Poe, que conocía todas las calles de París sin haber salido nunca de Nueva York, como Tolkien, que hablaba del derecho a la fantasía como prerrogativa de ampliar la libertad de la mente hacía cualquier lugar.

Dentro de nuestras posibilidades (y en la mayoría de los casos) es viable realizar actividades colectivas con nuestros allegados. No hace falta hacer origami o artesanías, buscá ser productivo en la medida de lo posible, nuestra situación no es ni de lejos tan mala como la que vivieron los japoneses, tené un sentido de comunidad y fortalezcamos los entrelazados sociales que tanto le hace falta a este país, hay que exigir y ser críticos del gobierno y las autoridades siempre, pero si tenemos formas de brindar apoyo, hagámoslo.

La procrastinación es la aquiescencia del espíritu quebrantado y dócil, sui generis latinoamericano. Quizá es el momento de dar una prueba de resiliencia como un día adolecieron los nipones ante un panorama mucho peor. Porque es en la hora más oscura donde se forjan los pilares que darán cabida al génesis de algo nuevo y mejor, y que la regeneración de la naturaleza, en medio de la pandemia, sirva como algo premonitorio de lo que nos espera como humanidad.

Por Gabriel Dary



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